Me oriento hacia las escaleras del metro por el incremento en la densidad de vendedores ambulantes. No camino, el ruido y la masa me empujan.
Amor, amor en las calles, la gente se besa, se come en la Ciudad de México sin importar el estruendo de luces en salas de videojuegos, los alaridos de las terneras giratorias a las puertas de las taquerías, el burbujeo incesante del caldo de tripa sobre una hoguera improvisada en la acera.