Si hay algo que sorprende de este disco es la forma como distorsiona el tiempo. Considerando todas las ideas y estados de ánimo que evoca, los 38 minutos de xx parecen extenderse por más de una hora. Esto no es más que otra evidencia de que, para un álbum debut, xx es asombrosamente sofisticado.
Con un poco de dream pop, un toque de The Cure, otros de Interpol y Portishead, The xx en realidad funciona gracias a que los vocalistas, Romy Madley Croft –guitarra– y Oliver Sim –bajo– sostienen un envolvente diálogo sobre el desamor. Medley Croft pareciera incapaz de enunciar algo distinto a una exhalación sensual, recordando de alguna forma a las grandes del trip-hop de los 90s. Mientras que el barítono de Sim, se acerca al Wicked Game de Chris Isaak.
A medida que uno escucha estas breves pero letárgicas construcciones de pop etéreo, es evidente que xx en un disco para ser escuchado en la oscuridad, después de la media noche. Preferiblemente acompañado, como colofón del acto sexual, o una larga conversación. Un disco atmosférico como pocos, el debut de The xx comunica estados anímicos con una eficiencia que otras bandas pierden años buscando.
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