Mark Jenkins es un diseñador, o un artista (algunos le adjudicarían otros adjetivos más jocosos), pero por sobre todas las cosas, es un hacker.
Sus particulares piezas hechas con cinta plástica no sólo son un logro por sí mismas, sino que también son utilizadas para enmarcar una ironía, un descontento, una crítica… que después de todo, debería ser la intención, el principio y fin de todo el arte que se arriesga en la calle (o en la máquina).
Vean la galería de instalaciones. Tómense unos segundos en cada foto. Una sonrisa revelará en el fondo la aceptación de nuestra decadencia.