La muchacha, que enfrenta día a día batallas no escogidas, tiene estrategias de supervivencia probadas en el campo real. Si mientras cruza la calle ve una gorra en medio de la avenida, por ejemplo, toma la precaución de voltear siquiera un instante en sentido contrario al de los carros. La moto a la que se le cayó ya viene a rescatarla a cualquier precio. Y no ha resultado extraño que el precio sea la integridad del peatón que en ese momento cruza la calle. Como esa, su cerebro almacena decenas de situaciones y reacciones automáticas para llegar, con el menor daño posible, a la oficina y a la casa; dos veces al día, los cinco días de cada una de las cuatro semanas de esos doce meses.