Me siento en la plaza a ver almorzar a la gaviota. Escucho Two dancers –»I feel I’ve been where you have been». Enciendo el porro que tú y yo cortamos a medio fumar y que he llevado mil kilómetros en el bolsillo izquierdo de mi chaqueta, como trofeo de un fracaso.
La gaviota logra arrancar un trozo de vientre y se echa a volar. Otras palomas se acercan cautelosamente. La más joven y atrevida, pica adelante.
–¿Quién lo diría? –pienso mientras exhalo– Las palomas también pueden cometer actos aleatorios de canibalismo.
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