(o quémate en el infierno, perra)
Episodio 1: Un día de primaria una cierta maestra idealista nos pone a hablar de nuestras aspiraciones, lo que queremos ser cuando grandes. Todos decimos más o menos las mismas cosas, de pie, con el brillo en la mirada.
V es la gordita del salón y todo el mundo se burla de ella, por ende somos amigos. Se sienta detrás de mi y le toca el turno luego de mi breve exposición sobre bomberos, policías e ingenieros de computación. Se levanta y dice que lo que ella quiere es que sus papás pudieran salir y venir a Venezuela, que ella vive bien con su abuela pero le gustaría estar con su verdadera familia. Rompe a llorar, a llorar duro. El experimento de la maestra termina allí.
Episodio 2: El jefe de mi novia chilena nos invita a cenar en su casa en Viña del Mar. En un momento de la noche, luego de setecientos veintidós piscos, voy al baño. Al final del pasillo hay una foto de quien parece ser el abuelo, un cuadro grande, el tipo en primer plano con un flux gris, corbata negra, fondo azul. En medio de la pea, el abuelo parece pana.
Al salir del baño me quedo viendo la foto ¿Dónde he visto yo a este tipo? No es el abuelo. No es la foto de cualquier bichito, es la foto del tipo. Entro al baño de nuevo.
Episodio 3: A ocho años del referendum veo una entrevista con Frei en CNN. José Levy (creo) le pregunta ‘… ¿está Chile preparado para aceptar que existió una dictadura? …’ y el tipo guabinea la pregunta hasta el infinito, hace un spin y se escapa. Recojo la mandíbula un par de horas después.
Llevo esto presente cada vez que alguien que no vive en Venezuela intenta darme una lectura (en TV, radio o un blog) sobre la situación política de mi país. Los procesos los conocen únicamente quienes se los calan y al parecer unos muertos tienen mejores R.R.P.P. que otros.
Sin embargo, lo que para mí es verdad, tres episodios mediante, es esta elegante despedida del panita Coll: ‘En casos así, uno tiende a pensar que la sabiduría de la naturaleza representa (y muy en serio) el más refinado depurador de ese voluminoso y aburrido diccionario de la infamia que con tanta aplicación se ha escrito a lo largo de los años.’
Hasta lueguito po. Nos vemos pronto.