-¿Cual? ¿el señor donde comimos las lentejas el día de año nuevo? ¿el que tenía los cachitos de diablo en la víspera?
-No, él no, ese se murió.
-Ay no, por Dios, ¿en serio?
-Si.
-¿Como es posible eso?
-De un infarto.
Cayó en un profundo silencio que me terminó de sacar de quicio:
-¿Cómo eso te puede afectar? si apenas intercambiaste una palabra con él.
-Ay bueno, es que me cayó simpático.