Aquí, en el cine del CCCT, 1992, comienza una fijación por Emmanuelle Seigner. Modelo de lo que en adelante significó para mi el vértigo.
(Rápido inventario. No comprendo el amor, la magia del cine, sin actrices francesas: Binoche, Seigner, Delpy, Riva, Adjani, Deneuve, Jacob.)
Claro, a esa edad impresionable era imposible contrarrestar la mezcla explosiva de París, literatura, flashbacks y S&M con la que está hecha Bitter Moon.
Quince años después, en una reciente madrugada, la veo de nuevo. Si. Un animal sensual, una hermosa, explosiva bestia rubia (la película, digo). Sin importar la edad, Polanski siempre me deja en un estado alterado. Es probable que si el asesinato de tu esposa se convierte en un hecho famoso, termines siendo un maestro, un genio absoluto de las relaciones personales.
En ésta en particular, Polanski retrata magistralmente una espiral de horror que comienza con un hermosísimo primer encuentro. Rescato 3 momentos de una larga lista:
Me concedieron un vistazo al cielo y luego me echaron en la acera de la Rue d’Assas.
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Estábamos desarrollando una dependencia narcótica de la televisión – esa ayuda marital que permite que una pareja se soporte sin tener que hablar.
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Vino a mi cuando salí de cuidados intensivos. Dijo:
-Hay malas noticias y buenas noticias. Estás paralizado de la cintura para abajo. Permanentemente
-Ok -dije -ahora dime la buena.
-Esa era la buena, la mala es que de ahora en adelante, yo voy a cuidarte.