Por allá en panfletonegro, Krisis se lanza un excelente artículo sobre la vorágine de un gobierno supuestamente emancipador.
Basta con escuchar la violencia con la cual se han referido a estos centros para entenderlo. Porque esa es la realidad: los escuchamos o los vemos actuar, clausurando Fundaciones y regodeándose en el uso del poder peor que Gollum, y nos da la impresión de que están luchando contra un ente maléfico. Es como si el Ballet del Teresa Carreño hubiese forzado “al pueblo” a ver el Lago de los cisnes, fusilando a quien se riera. Pareciera que la Fundación para la Cultura Urbana hubiese instalado altavoces en los barrios para leer traducciones de Proust a todo volumen y tratar de convencer a las doñas de que es mejor comerse una Madelaine que una arepa en las mañanas. Imaginamos al “pueblo” torturado, tapándose las orejas y en retirada, para ir a refugiarse en alguna playa de Barlovento y tocar tambor. Y ¡menos mal que tocaron tambor! Porque si no, “el pueblo” hubiese perdido este legado ante la invasión neocolonial cultural imperialista (orquestada por Bethoveen y Eduardo Marturet, suponemos).
No se pierdan ese artículo y el anterior sobre la «Revolución Cultural» venezolana y el secuestro de la palabra «pueblo» para justificar prácticas fascistas.
vía Arte y pueblo (qué es el pueblo, parte II) | panfletonegro.