Este es un post invitado de Plácido Pignataro Rubín. Nunca lo dice, pero se disfraza de poeta cada vez que abandona un lugar en el que encuentra algo que se parece a lo que él recuerda que es el amor. Sea Caracas, Lisboa, Alicante o Santander, uno puede tener la seguridad de que cada vez que aborda un medio de transporte, Plácido volverá con unos poemas que rara vez mostrará.
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….Definitiva como un mármol
entristecerá tu ausencia otras tardes.
-Jorge Luis Borges
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Yo sé
que miras el mismo cielo
y estás arropada por las mismas estrellas.
Noche, perpetuada por la muerte,
quizá la oscuridad es el regalo.
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Cuatro días en la playa de San Juan
y un puñado de horas en Benidorm
son suficientes para desmembrar el acero,
entregarme a la astringencia.
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Una ciudad confundida con otra ciudad
y el mar, siempre el mar, testigo de nuestro desarraigo.
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Nuestra amistad está hecha de tristeza silente,
latas sin alma,
mujeres que nos enloquecieron.
Rastros de poemas que aún perduran en la carne.
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El desencuentro se introdujo en mis venas.
La sangre, antes vorágine, ahora es una lápida.
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Dos cuerpos
nunca estuvieron tan cerca;
pero los espejos se rompen
y ante mí aparece un gato negro.
¿Cómo puedo confiar en buenos presagios?
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Porque el retorno es imposible.
Maldita vida mordiendo los radios de tu bicicleta,
maldita muerte olisqueando el sudor de tu cuello.
Una noche fue suficiente para marcarme,
para cruzar España de mi cuello a mis pies,
Emily Sullivan.
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Todas las llamas que el infierno no puede albergar
las encontré en tu mirada.
Ha llegado el sacrílego momento de arrancarte los ojos.
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Fuiste creada por obra y gracia del Destino.
Yo te invoco antes de que mis neuronas
te conviertan en recuerdo.
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Condenado a amar todo lo que desaparece
me revuelco, como un cerdo, en el chiquero de lágrimas.