De aquí es donde probablemente la mayoría de los líderes del tercer mundo (y quienes los apoyan) sacan sus teorías.
Llegué gracias a un excelente artículo escrito por Stan Sinberg en Salon. Una especie de confesión-carta de amor-despedida a una de las grandes formas de arte norteamericano: el amarillismo.
Una vez presenté una historia proponiendo que el gobierno de EEUU tenía datos confirmando que un aspecto común entre todos los asesinos en masa, incluyendo los tiradores de Columbine, es que ellos nunca se masturbaban. En lugar de emitir este reporte, que hubiese salvado vidas pero promovido el onanismo, el gobierno prefirió dejar que ocurrieran matanzas ocasionales. Mi editor rechazó la historia porque era «Muy plausible».