He ceased to be a dissident. He stopped staying out all night at parties. His friends complained he was no fun anymore. This was his second great achievement: He became an establishment politician, and he created, anew, the institution of the Czech presidency.
La primera vez que estuve en Praga, deambulé intoxicado por la ciudad. Primero de amor, segundo por ver a Tomás y Teresa en todas partes y tercero, por esa idea loca de que el presidente era un dramaturgo.
Siendo un joven venezolano en los 90s, esto me causaba una impresión sobrecogedora. Latinoamérica estaba a décadas de tener a un presidente dramaturgo. Honestamente, me confundía que el sistema político lo hubiese permitido. ¿Es que acaso no había nadie más? Los militares latinoamericanos seguramente estarían aún más estupefactos.
Estoy consciente de que si eres político, lo eres aunque seas dramaturgo. Pero en un lugar más «normal», en otras condiciones, la disidencia –esa característica innata de los escritores– podría haberlo llevado sólamente a seguir escribiendo y no a dirigir una revolución pacífica desde las ideas.
La República Checa no será el mejor país del mundo, pero está mucho más cerca que cualquier país de América Latina y la responsabilidad, en gran parte, es de Vaclav Havel. Si no has leído El poder de los sin poder, es hora.