En 2002, Glasgow era la capital más violenta de Europa. El índice de detección era de 99%, así que no era un problema de impunidad. Sino de educación. Karyn McCluskey diseñó un sistema para erradicar el deseo de los jóvenes de unirse a las más de 170 bandas que había en la ciudad.
El gran momento, dice McCluskey, fue comprender que la violencia funciona como una enfermedad infecciosa. Se pasa. Puedes contagiarte. Puedes vivir y morir en una milla cuadrada. Tu vida no es predecible ni manejable. Puedes tener padres alcohólicos, sufrir violencia doméstica. A nadie le importas. Eres incapaz de tener empatía: estás cableado para la violencia»
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