Ocupan toda una fila en el avión. Ella habla con acento latino, él con el de Brooklyn. Los tres niños hablan castellano. Luego de que obligan a apagar los celulares, ella llama para despedirse, presumiblemente una vez más. Cuelga y comenta algo que no puedo discernir. Él responde con cierta condescendencia.
Los cinco se mueven mucho. Uno de los niños, el más inquieto de todos, insiste -¡Papi, papi! -señala hacia la ventana.
Papi, con sus pecas, su languideciente cabello rubio, contesta en un criollo mejor que el mío «Si papi, los aviones».
El avión comienza a taxear. Ella saca una cámara, le pide a Papi que tome una fotos de los niños.
-Their last seconds as Venezuelans -dice.