Los de Kodak eran mis floppies favoritos. Venían en una caja de cartón rígido que hacía las veces de estuche. Mi copia de Karateka estaba en uno de estos diskettes.
Si estos discos todavía existen en alguna parte, ya cumplieron su vida útil. No deja de maravillarme que, a medida que caducan los floppies, miles de líneas de código se desvanecen todos los días. Inclusive han desaparecido los archivos en la internet que preservaban copias de estos discos –algunos hobbies simplemente mueren. No es fácil ser un curador o un mecenas.
Algunos pocos juegos se salvan. Son tan famosos que han ido sobreviviendo de plataforma en plataforma, o gracias a algún printout hecho en 1987. Jordan Mecher, de nuevo, lo cuenta mucho mejor. Pero ¿qué sucederá por ejemplo con Bilestoad? ¿O Microwave, el primer juego de 8bits con música y video simultáneo?
Es así como el trabajo de toda la vida de mucha gente, grandes obras contemporáneas, una buena parte de mis referencias culturales, se desmagnetiza.
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