Todo comenzó con Vanish, un experimento en el que Evan Ratiff, columnista de Wired, desaparecería del mapa, cortaría sus hilos digitales y cambiaría su identidad dejando un fino rastro de migajas. Quien lo encontrara ganaría $5000.
La vida desconectada resultó tan miserable que, cerca del final, Evan simplemente quería que lo descubrieran. El artículo es una lectura fascinante sobre lo difícil que es desaparecer en la era de la hiperconexión.
Este es uno de los temas que más me atraen. Aunque soy un migrante digital y todas mis relaciones con el sexo opuesto se han originado IRL, no he conocido físicamente a una buena parte de mis amigos. Para los nativos el asunto es completamente distinto porque necesitan algún dispositivo electrónico para relacionarse y trabajar. Quitarles internet es casi equivalente a dejarlos sin electricidad.
Tres cuartas partes de la población mundial resuelve asuntos prácticos (citas, trabajo, temas de pareja) via SMS o algún otro método de mensajería corta. Si les quitas el celular (no el teléfono, sólo el celular) esta gente tendría que aprender una forma de comunicación que es totalmente desconocida, con el agravante de saber que han usado un método más avanzado durante toda su vida. El mundo sería insoportablemente solitario.
Los smartphones lo cambiaron todo. Ahora estamos conectados 24/7. Samsung es el fabricante de teléfonos más grande del mundo y 1/7 de la población mundial ahora tiene smartphones.
Sólo los arcaicos hablan de La Internet como algo en lo que uno ‘se mete’ o algo por lo que uno ‘navega’. Hemos asimilado nuestras vidas en linea.
Como respuesta, hay toda una corriente de periodismo gonzo en la que autores hacen experimentos de desconexión voluntaria: renuncian a sus iPhone durante un día, una semana, o para siempre. Un ardid, obviamente. Pero es fascinante que el non plus ultra de lo hipster sea sobrevivir una semana con un Nokia 3110.
El más delicioso de todos estos experimentos es Offline, de Paul Miller, para The Verge. A mediados de 2012, Paul decidió evadir a la internet a toda costa durante un año. Sus aventuras, las maniobras retorcidas que hace para poder funcionar, comunicarse y trabajar en el mundo moderno sin usar internet, convierten a Offline en un ensayo de largo aliento sobre la soledad y un agudo análisis del status quo. En What is the Internet, Paul descubre que no puede explicarle a un nativo digital qué es la internet, porque la separación entre lo real y lo virtual es jodidamente difusa:
What’s the line between «virtual» and «real»? If it’s not tangible, is it necessarily inconsequential? And how am I to know? Especially with a blindfold on. Ideas have consequences, and if an idea falls in an internet message board, and I’m not there to retweet it, it does make a sound.
La internet es todo y nada, es nuestra vida. Como la electricidad.
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Post-post: Siempre que escribo un artículo como este, me comentan que en Latinoamerica la cosa es distinta, que aquí la gente no usa internet como en el primer mundo, etc. Afortunadamente, tenemos estadísticas y la más dramática es este cuadro de los mejores mercados para Facebook. De la lista, sólo uno es un país «desarrollado» (Israel), el resto, son simplemente países en los que el uso de Internet ha explotado de manera absurda e inexplicable para los defensores de esa narrativa.
Actualización Mayo 1, 2013: Paul Miller terminó su año fuera de internet e hizo un video en el que cuenta que, si bien hizo algunas cosas interesantes al comienzo, luego se dio cuenta de que al desconectarse de la internet, se desconectó del resto de la gente con la que quería estar