A veces un libro de fútbol, a veces el anecdotario de un fanático multidisciplinario, y otras, un importante y necesario estudio sobre la psicología del deporte de alta competencia; probablemente el único que podré leer y entender jamás.En ese último sentido, Terapia revela una máxima aplicable a los grandes libros: no hay que enredarse para hablar sobre temas complicados. El target de Terapia para el Emperador podría ser psicólogos, o entrenadores y fanáticos; y me parece que Manuel toma el camino acertado al hablarle al gran público, ese que no sabe qué es un enfoque atencional reducido, pero puede entenderlo perfectamente mediante ejemplos iluminados.
¿Qué nos lleva a competir y por qué la competencia nos atrae como espectadores? ¿Como se ayuda a un jugador a trabajar a máxima capacidad? ¿Por qué el alto rendimiento es tan elusivo? Manuel ofrece sus respuestas para esta y otras interrogantes en un tono conversacional salpicado con neologismos que, a todas luces, no son aleatorios. Además, la pregunta máxima, la crux del asunto, es sumamente interesante: ¿Cuál es el rol que cumple un psicólogo en un deporte como el fútbol, en un país de béisbol?
Me gusta pensar también que hay gente -gente en principio muy loca- que podría interpretar Terapia para el Emperador como un libro político. Considerando que la política venezolana es un evento de alta competencia financiado en parte por el narcotráfico, donde gente que no sabe expresar sus sentimientos -y a los que la vida los trató mal- se enriquecen de la noche a la mañana; podría decirse que si, que Terapia es, en general, un estudio codificado de ese grupo de muchachos que les cuesta motivarse para anotar hacia el progreso, y en específico, una revisión del conflicto interior que vive nuestro único y máximo crack: Hugo Chávez.
(Esta idea me persiguió durante la segunda mitad. Imaginar a fundamentalistas de ambos bandos manoseando el libro en busca de claves, sin duda enriqueció al texto)
Debido a nuestra amistad y a su importante y necesario componente anecdótico, pienso, al igual que otro amigo en común, que Terapia es un libro que escuché primero en un bar y luego leí en casa. En un intento de poner al lado ese cariño que podría endulzar mi percepción, no dejo de pensar que, al leerlo, no sólo transpira que Manuel es un gran tipo y que sabe de lo que está hablando, sino que además, para aferrarse como lo hizo a esta cornisa de la dimensión humana, pareciese necesario utilizar las armas de un gran poeta.