Por ahí en panfleto publiqué un post sobre migrar y quedarse:
¿Sabes el tópico del venezolano que migra al primer mundo y se rebota cuando se da cuenta de que no puede seguir llevando su vida de nuevo rico? Bueno, a mi me fascina ese tema porque me parece que esconde algunos secretos de nuestra idiosincracia. A pesar de que el cine, la televisión, la prensa y toda la literatura contemporánea nos repiten, una y otra vez, que la vida en el primer mundo es difícil, esta gente llega con esas ideas locas de comprar carro, alquilar un piso de 80 metros en un lugar bonito, pagar un colegio privado y salir a comer en restaurantes.
Si lo que quieres es una vida de rico, de largas horas en casa sin las angustias de la vida moderna, hay ciudades mejores que Caracas para eso: Nairobi y Lagos, por ejemplo. La experiencia compartida por amigos expatriados es que por 8 horas de trabajo especializado puedes vivir en una casa cómoda y contratar a un ejército de sirvientes, incluyendo una institutriz que impartirá el Inglés de la Reina a tus hijos cuando regresen de la escuela internacional, donde estarán siendo programados para gobernar el mundo.
Y de paso parece que queda plata para ahorrar. En dólares. Una locura.
Ah, ¿no quieres vivir en Accra? ¿Libreville? ¿no quieres vivir bien, tener mejor educación y tiempo libre? ¿qué es lo que quieres, entonces?
¿Cuáles son tus verdaderas razones?