–¿Y por qué cosa vamos a brindar? –me pregunta Leocenis, el pana cubano. Estamos en la fiesta de fin de año de la oficina y anticipa que entenderé la pregunta. Coloco el pan de jamón sobre el plato y me sirvo un trago.
–¡Viva Cuba libre! –grito por encima de la gente. No lo imaginé como un grito. Pero bueno, salió como un grito. Es la tercera vez que hacemos este brindis, así que bien vale gritarlo.
–¡Viva Venezuela libre! –grita Leocenis.
Bebemos. Quiero preguntarle… pero Leocenis se me anticipa: «¿Sabes cuántas veces he dicho eso?”, pregunta retóricamente, con esa sonrisa de medio lado que nos une.
Pienso que esta es una escena que todo latinoamericano entiende. Uno de esos momentos en los que el concepto del exilio se me viene encima, como si uno de estos dictadores le diera un giro al puñal clavado en mi espalda.