Hoy pasé por la sombrerería. Estaban rematando unos compresores, los exhibidores, unas camisas.
Sonreí un poco. La ciudad no se detiene. Luego pensé que eso también es morir: cuando ni tus amigos, ni las cosas que te atan a ellos, están.
Recordé con cariño la ciudad que conquistamos y, en el fondo, pensé que las vidrieras sin dueño son también una posibilidad.
Avisa cuando aterrices por acá.