Es casi medianoche y suena el intercomunicador.
-Es la conserje, que vamos a poner el agua por veinte minutos.
Corro. Abro el grifo y comienzo los primeros movimientos de una mecánica ancestral. Durante el silencio que ocurre entre una pieza y otra, escucho la cacofonía de vajillas. Todos en el edificio interpretamos el triste nocturno de los platos.