afinidades electivas

Bienvenido

welcome

Era la primera vez que entraba con mi visa Australiana. En el aeropuerto de Perth estaban más preocupados por la comida que traía, que por mi situación legal. La agente de migración selló el formulario, le dio un vistazo a mi visa y selló el pasaporte.

—Estoy migrando —le dije.
Mirada en blanco.
—Uh… ¿Tengo que hacer algo más?
—No… bienvenido.

Eso. Sin ceremonia. Sin revisión secundaria, sin “cuartico”, sin “espere aquí un momento, señor”.

Al día siguiente fui a registrarme en la seguridad social. Llegué temprano porque soy latinoamericano, un novato en esto del servicio. La oficina estaba vacía.

—Hola… —un poco nervioso— estoy migrando y quería registrarme.

Luego de unos minutos intercambiando preguntas y respuestas, tipeando en la computadora, me lanzó esa palabra de nuevo, como una cachetada:

—Bienvenido.

Lo mismo pasó cuando fui a canjear la licencia de conducir —Bienvenido —con sinceridad. Quizás era mi cara de desesperación y sorpresa. Mi cara de huérfano, de náufrago. O quizás es que ellos son así. Pero nunca olvidaré que mientras en mi país estaban felices de que me fuera, en otro que no me debía nada, estaban encantados de recibirme.

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