Mi teléfono se conecta automáticamente a pesar de no haber pisado esta casa en dos años. Transmití gigabytes desde aquí, con otro teléfono, siendo otra persona. Así como esta red hay otras, muchas, en tres continentes, en casas de familias que me abrieron sus puertas, que admitieron a este ex-convicto durante una fuga que duró más de un año. Una larga lista de claves de wifi, memorizadas y respaldadas en la nube, son el vestigio de amistades profundas.