Tuve mi primer encuentro con Fio Maravilha hace más de una década. Como casi todo lo hecho por Jorge Ben en los 70s, Fio Maravilha me parecía un tema excelente, pero Ponta De Lança Africano me gustaba más y –de paso– me parecía mejor canción de fútbol.
Pero por supuesto, las canciones favoritas no se sostienen solas. Necesitan hechos.
Tiempo después, durante la Euro ’96, Alemania le ganaba a Rusia por la mínima diferencia, en un segundo tiempo que se les escapaba de las manos. En el minuto 77, por un error de la zaga, Jürgen Klinsmann, quien nunca había sido santo de mi devoción, toma el balón unos metros fuera del área, dribla a dos defensas y clava un gol en la esquina superior izquierda del arco, para un 2-0 casi definitivo.
La cámara lenta nos permite ver que ese potro desbocado es en realidad un instrumento de precisión. Las fintas son absolutamente conscientes, casi pre-ensayadas. La misma repetición también nos revela que, en el instante antes de chutar, Klinsmann levanta la mirada y sonríe. Tiene el ángulo, tiene el gol. No hay forma de que el portero le llegue.
foi um gol de classe
Onde ele mostrou, sua malícia e sua raça
En ese exacto momento, me acordé de este tema y entendí que, independientemente de la intención original de Jorge Ben, Fio Maravilha es el relato de una repetición instantánea. Desde entonces, es para mi la mejor canción de fútbol de la historia. Punto.
Creo que he visto algunos de los mejores goles de los últimos 20 años en el momento en el que ocurrieron («El mejor gol del mundo» –el original y el homenaje de Messi-, La Mano de Dios, El bebé de Bebeto, el tiro libre de Roberto Carlos en el pre-Francia’98, la bicicleta de Rivaldo, etc). Pero invariablemente, cuando oigo este tema, vuelvo a ese gol menor –olvidado– de Klinsmann.
Post-post: En esa época, sans-internet, me costó un poco descubrir que Fio Maravilha fue un jugador muy famoso del Flamengo a principio de los 70s. Hoy, gracias a esos procesos mágicos del ocio, podemos enterarnos, además, que João Batista de Sales trabajó como repartidor de pizza en San Francisco y ahora entrena a un equipo en una liga infantil.