Es medianoche y acabo de verte dentro de cuatro años en el supermercado, recorriendo lentamente los pasillos desiertos.
Sucede también que sabes enamorarme. Te apareces en una noche tranquila, con tu comida preparada y pocos vegetales. Un balance frágil que evidencia que te importas poco, que sobrevives, con esa cara de tristeza que bien sabes llevar, esa cara de soledad en multitud que tanto te resulta, interrumpida por una media sonrisa ocasional, recuerdo de otra historia que nunca podré adivinar.
Una mujer -tú- empuja un carrito, un traqueteo íngrimo a medianoche. Yo termino con mi lista, e inconscientemente solidario, olvido comprar las espinacas.