La semana pasada, dije en el baño que los libros de historietas son una suerte de actualización del cuento corto. Perfectos para la gente que no lee, bien sea porque no le gusta o porque no tiene tiempo. Lo malo es que al igual que su target, los autores de comics por lo general no leen mucho. No es muy difícil ver más allá de la trama. No es extraño encontrar salidas fáciles, hermosas oportunidades perdidas.
Pero de vez en cuando uno se encuentra con un Art Spiegelman, un Joe Sacco, un Drooker. De vez en cuando, aparece una joya.
Jeff Nicholson se leyó bien su Kafka y luego escribió Through The Habitrails. Los habitrails son estos hábitats plásticos donde se desenvuelven los hamsters y otros roedores domésticos. En la novela, los protagonistas, personas desconectadas, desprovistas de rasgos distintivos, trabajan en una empresa que extrae los jugos creativos de sus empleados (pinchándolos con grifos) y luego alimenta con ellos a los roedores que circulan por habitrails dispuestos por toda la oficina. Esa premisa inicia una cadena simbólica que en la segunda parte del libro desemboca en duras historias de escapes frustrados y amores disfuncionales.
Through the Habitrails se lee como una historia desafectada y frenética de un hombre al final del camino. Dependiendo de la sensibilidad del momento en que se lea, las imágenes e ideas contenidas en esta novela podrían fácilmente arruinarle la vida a cualquier persona que se vea obligada a trabajar para un tercero, independientemente de que haya jerbos o no en la empresa.