Esa era la que tomábamos, cuando había leche, cuando había posibilidades de elegir. Recuerdo la última vez que la vi: en Septiembre de 2007, en el Farmatodo de La Tahona. Agarré cuatro cartones y el cajero me dijo que sólo podía llevarme dos. Recuerdo también que una señora me preguntó dónde estaban y la llevé hasta el anaquel. Seis empaques azul marino y blanco anunciaban, con autoridad bilingüe, Whole. Ella venía del gimnasio, dijo que sólo tomaba descremada. Seguro que lo lamenta.
Y hoy: milagro ¿En qué otro lugar podía conseguir leche sino en Conviasa, la Línea Aérea Nacional? Si, esa que subsidiamos todos para que algunos puedan ir Cuba y hacer ‘turismo’. Esa que tiene los mejores desayunos del espacio aéreo venezolano. Esa que transporta ejecutivos que habitan en un mundo paralelo y saudita donde es común tomar café con leche líquida.
Como era de esperarse, mi emoción durante este episodio hizo que la foto saliera movida. Sin embargo, me gusta pensar que así es como deberían capturarse los encuentros con figuras etéreas. Un instante de vértigo, como una foto de Bigfoot, como un cuadro de la película de Zapruder.