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Man Not Superman | Jonathan Goldstein

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Me encanta la premisa de «Man Not Superman», de Jonathan Goldstein: el autor tiene una relación amorosa con Louis Lane, post-Superman.

When I was a child, she was the girl who brought Oreos for lunch, the one who during recess held me cruelly aloft on the seesaw as I squirmed and begged to be let down. In high school, she was the popular girl who wanted nothing to do with me, who saw me as nothing more than a bad aftertaste — like the kind you get when you almost vomit, and can taste the vomit, but don’t actually vomit. In college, Lois was the bored coquette, languidly offering me her leg in the cafeteria, saying, “Feel how strong my calf muscles are.” Lois was all of these, but then, at the moment she handed me her phone number, she became something else entirely. She became a woman who had chosen me.

Puedes leerla completa aquí, o escuchar una lectura por parte del autor aquí.

comics

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El país que me quiso

colores

Mi suegro es un enamorado de Venezuela. Entre mis conocidos, es uno de los pocos que confía ciegamente en que las cosas van a mejorar. Cree en la sociedad venezolana. Es ese tipo que lleva la gorra de Venezuela en un pueblo de la campiña francesa. Yo, en cambio, estoy completamente desilusionado y, cuando hablamos sobre el futuro, nunca estamos de acuerdo en lo que sucederá —con toda seguridad algo impreciso a medio camino entre nuestras visiones opuestas.

Mi suegro y yo vivimos la misma cantidad de años en Venezuela. Conocemos los códigos, a la gente y su locura. Pero hay una diferencia crucial: él llegó a Venezuela sin nada. Cuando el mundo le dio la espalda, los venezolanos entendieron que mi suegro era un ser humano, Venezuela fue ese país que quiso lo que Europa desechaba.

Está claro que, en esos casos, el optimismo opera como un mecanismo de defensa, una herramienta para sobrevivir la migración. Lo único que tienes al llegar es un billete de lotería, porque la democracia es un juego en el que no puedes participar y lo que queda es la esperanza de que tus vecinos no decidan enloquecer y te obliguen a migrar de nuevo.

Y es por ahí que entiendo su optimismo: yo creo que España, Australia, Francia y Suiza tienen un futuro esperanzador. A pesar de sus taras sociales y las perennes amenazas de suicidio colectivo, el hecho de que me hayan tendido una mano me hace pensar que sus sociedades no deben estar tan podridas. No deben ser tan malas después de todo.

Realmente pienso eso, en serio, con todo y que estoy haciendo el acto consciente de reconocer que mi opinión está marcada por una esperanza que podría ser irracional. Pero es lo único que tengo. Soy el tipo que viste sus colores adoptivos y, cuando lo hace, piensa en su suegro.

Saint Fred | Jonathan Merritt

Fred Rogers poses on the Pittsburgh set of his television show Mister Rogers' Neighborhood, in this 1996 publicity photo. Rogers' new book, Dear Mister Rogers: Does It Ever Rain in Your Neighborhood?, is a treasury of letters from young viewers, and Rogers' responses. (AP Photo/pool)

Este perfil de Fred Rogers —mejor conocido como Mr. Rogers— me trajo un montón de recuerdos. Lo que me pareció más interesante es que el autor propone que Mr. Rogers fue un santo, o al menos un televangelista:

I can still hear him signing off his show similar to the way he concluded his letter to Amy Melder: “You’ve made this day a special day by just your being you. There is no person in the whole world like you, and I like you just the way you are.” Some have suggested that this message sought to instill children with a sense of self-importance, but to believe that is to fundamentally misunderstand Fred Rogers. At the core of Rogers’ mission was the paradoxical Christian belief that the way to gain one’s life is to give it away.

¿Quizás al autor se le pasa la mano con el asunto de la religión? No se. Lo que sí es verdad es que Mr. Rogers era completamente distinto al resto de la programación de PBS. Y aunque Plaza Sésamo era genial, nadie te hacía sentir como Mr. Rogers. Nadie conversaba contigo como lo hace luego del minuto 1:30 en el siguiente video:

 

Nadie, en ningún programa en ningún canal, te hablaba con esa franqueza y esa compasión. A medida que fui creciendo dejé de ver Mr. Rogers porque me parecía un poco bobalicón, pero me doy cuenta de que en realidad lo que pasó es que Mr. Rogers siguió teniendo conversaciones con alguien que ya no era yo. Ahora de adulto, miro estas grabaciones y me parece que hace una exposición tan frágil y vulnerable, tan sincera, que deja crudamente en evidencia el verdadero valor de su obra. No fue sino hasta que leí este perfil, y otro que vinculan dentro del artículo, que entendí la suerte que tuve de estar en otro país, aprendiendo valores humanos frente al televisor, guiado cortésmente en otro idioma por un santo moderno.

 

notas

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