Un político divide la humanidad en dos clases: los instrumentos y los enemigos.
–Friedrich Nietzsche
¿Para qué echarle la culpa a los políticos que elegiste (y, por lo tanto, a ti mismo) si puedes culpar a extranjeros, negros o burgueses? Tienes a blancos, musulmanes, comunistas y militares. A la iglesia, a los judíos, a los pobres.
Por gente como tú es que muchas sociedades necesitan una guerra de exterminio para ponerse de acuerdo. Para aceptar que no fue tan buena idea darle poder a una pandilla de psicópatas.
Pero todos aquí sabemos que eres especial. Eres de los que, luego del Apocalipsis, seguirás repitiendo que tenías razón. Que la gran conspiración liberal afrojudía de extrema derecha, encabezada por China, impidió que los buenos muchachos que elegiste hicieran su trabajo.
The Economist acaba de publicar un ensayo en línea sobre el futuro del libro. Un excelente resumen de las últimas tendencias e investigaciones sobre la difusión de la palabra escrita y la evolución de esa tecnología que llamamos «libro».
Lo que más me gusta es ese enfoque holístico. El libro es un objeto que continua evolucionando, tomando nuevas formas. En el camino algunos van a sufrir (¿las imprentas? ¿las librerías?) mientras otros se benefician. Pero es parte de un cambio que aparentemente es indetenible. En un futuro serán Amazon los afectados, o aquellos que controlan los medios de distribución y pago en la internet, quién sabe.
Deliberadamente este libro es presentado en los tres formatos que, según los apocalípticos, amenazan al futuro del libro y la lectura: una interfaz que simula un libro bien usado, un audio libro y una página web.
El audio libro es particularmente bueno. Un ejemplo de la importancia de una buena narración.
En este lado del mundo el béisbol ocurre de madrugada. Así que uno termina acostumbrándose a dejar de verlo, incluso la Serie Mundial. No fue una decisión consciente, simplemente el béisbol dejó de ser visible, de estar presente. Asumí que no vería más partidos del deporte que mejor representa el lugar del que vengo.
Una vez llevé a un amigo uruguayo a un Caracas-La Guaira. Era el primer partido de béisbol que veía en su vida, así que le expliqué el funcionamiento básico. Pero esa tarde de sábado tuvimos la suerte de tener un poco de todo: Marco Scutaro incrustó la pelota en una grada. Doble por regla. Luego Darwin Cubillán hizo un balk, no me acuerdo quién tocó la bola y hubo hasta un out por regla. Fue divertido ver la cara del uruguayo luego del primer primer robo de base. Fue así como “Ya va ¿qué está pasando? ¿por qué avanza? ¿eso está permitido?»
Y así es como operan los buenos libros también.
No hace falta saber de béisbol para leer The Art of Fielding, pero saber un poco ayuda a disfrutar la novela, porque sabes qué es lo que está pasando. Pasa lo mismo con Campo de Sueños, o The Natural. Luego de 1000 horas de Delio Amado León y otras más de sufrimiento sobre la tercera base, luego de haber crecido en un paraíso de infielders, sientes esta novela con los huesos.
No es un libro que marcará un hito en la historia de la literatura, pero será sin duda uno de los importantes. La mejor descripción de cómo es leer The Art of Fielding la encontramos en sus páginas, en un momento en el que dos scouts están presenciando uno de los partidos cruciales de Henry Skrimshander, el corazón de la novela:
“But after seeing Henry today, I’d have half a mind to take him over both those guys. He’s not big enough to be the best, he’s not fast enough to be the best, he doesn’t have the body or the raw numbers to be the best. He just is.”
“Beautiful to watch,” L.P. opined from behind his shades.”
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